Parece ser que pronto vamos a poder olvidar el montón de contraseñas que necesitamos para movernos por internet. Números y letras, mayúsculas y minúsculas no consecutivas y símbolos. La proliferación del selfie como contraseña se debe, en primer lugar, al incremento de la calidad de las cámaras de la mayoría de teléfonos móviles.
El reconocimiento facial es una tecnología cada vez más presente en muchos dispositivos y aplicaciones. Microsoft tiene Hello, un sistema de reconocimiento que desbloquea algunos de sus ordenadores y Android tiene desde hace tiempo una opción para hacer lo propio con el teléfono.
El desarrollo de software de detección facial avanza a gran velocidad. Los sistemas no son infalibles por el momento pero presentan algunas ventajas en contra de las contraseñas tradicionales.
El uso de datos biométricos, solamente tiene una pega. A diferencia de una contraseña, una cara no puede cambiarse. Si un hacker es capaz de acceder a la información de una huella dactilar o de un rostro, tiene un acceso permanente que no tendrían de otra forma.
Como toda medida de seguridad, el selfie tiene sus inconvenientes, pero su aceptación y la facilidad de uso pueden hacer que se imponga si grandes compañías como Facebook, Amazon o Apple que ya apuestan por ella.
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